EL PÁJARO BRAVÍO

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Había una vez en un país muy lejano un rey que tenía una hija muy hermosa. Ésta tenía ya edad de casarse pero no encontraba ningún pretendiente que le agradase. Como quiera que el padre ya estuviera cansado de las negativas de su hija, éste le dio un ultimátum:
- Hija, ya es hora de que te decidas a escoger marido, así es que mañana voy a hacer venir al palacio a todos los mozos casaderos del reino para que elijas a uno de ellos por esposo.
- ¡Sólo me casaré con aquel que me traiga una pluma del pájaro bravío! –exclamó entonces la princesa, sabiendo que ésta era una empresa imposible.
Cuando al día siguiente el rey reunió a todos los muchachos casaderos les dio la noticia:
- Aquel de vosotros que le traiga a la princesa una pluma del pájaro bravío, se casará con ella.
Al escuchar esto, enmudeció toda la sala y uno a uno, todos los jóvenes fueron saliendo de manera más o menos disimulada y sin intención alguna de emprender tal misión; ya que todos ellos habían escuchado alguna vez historias terribles sobre tan temible animal.
El rey se enojó mucho y decidió que enviaría a sus mensajeros para extender la noticia a todos los rincones de su reino:
- ¡Aquel que traiga a la princesa una pluma del pájaro bravío se convertirá en su esposo! –vociferaban a los cuatro vientos todos los mensajeros.
Y todos cuanto escuchaban el pregón pensaban en lo imposible de la misión.
Bueno, todos no. Había un joven muchacho, hijo de una familia de campesinos pobres que, en secreto, estaba enamorado de la princesa, desde que la viera un día que su padre lo llevó al palacio cargado con un hatillo de leña.
- ¡Es mi oportunidad! ¡Tengo que conseguir esa pluma!
Sus padres, claro está, se pusieron muy tristes cuando supieron de las intenciones de su hijo; pero, sabedores de que ellos no podían darle nada, le dieron su bendición deseándole la mejor de las suertes.
Y se fue camino adelante, adelante,… hasta que empezó a hacerse de noche; entonces, vio una casa a los lejos y se encaminó hacia ella para ver si sus gentes le dejaban pasar la noche en ella.
Los habitantes de la casa resultaron ser gente agradable y hospitalaria que le invitaron a pasar la noche junto a ellos. Al saber el motivo de su viaje le dijeron:
- La verdad que es una aventura peligrosa pero si lograras encontrar al pájaro bravío, ¿podrías preguntarle dónde está la llave de la despensa? Lleva perdida muchos años y dentro sabemos que hay un tesoro.
- Si alcanzo a hablar con el pájaro le preguntaré por la llave.
A la mañana siguiente, el muchacho se despidió de aquella gente y prosiguió su camino.
Después de varios días sin ver a nadie, encontró que tenía que cruzar un río. Allí había un hombre montado en una barca que era el que cruzaba a la gente de una a otra orilla. Enterado del lugar al que se dirigía el joven, el hombre le dijo:
- No te cobraré el viaje si me haces un favor.
- Dime y lo haré encantado –contestó el muchacho.
- Si tienes la suerte de ver al pájaro bravío y de regresar, me gustaría que le preguntaras qué debo hacer para deshacer este encantamiento; ya que, has de saber que llevo muchos años sin poder moverme de esta barca.
- No te preocupes que si lo encuentro lo preguntaré.
Tras varias jornadas más de camino, el joven llegó hasta la guarida del pájaro bravío; sin embargo, no se encontró con el pájaro sino con su mujer.
- ¿Qué haces muchacho? ¿Cómo te atreves a acercarte aquí? ¿Es que no sabes que aquí vive el pájaro bravío? –dijo la mujer angustiada.
- Lo sé y por eso precisamente vengo –contestó el joven.
A continuación el muchacho le contó a la mujer la razón de su visita y le habló de las preguntas que quería hacerle al pájaro.
La mujer se apiadó de él porque le pareció un muchacho de buen corazón, por lo que le propuso:
- Verás, te vas a esconder en este agujero de aquí; cuando venga el pájaro yo le preguntaré y cuando se quede dormido le arrancas una pluma y escapas por este otro lado.
Cuando el pájaro bravío llegó al nido le dijo a su mujer:
- ¡Aquí huele a hombre!
- Que tonterías dices marido. Aquí sólo estamos tú y yo.
- ¡Pues yo huelo a hombre!
- ¡Ah! Ya sé. Cuando tú estabas fuera ha pasado por aquí un muchacho. Y fíjate que quería saber dónde estaba la llave de la alacena que tiene el tesoro. Pero, claro, yo no sabía nada de eso. Así es que le dije que se marchara.
- Esa llave está en una esquina del pajar, debajo de un montón de paja.
- También quería saber lo que tenía que hacer el barquero para poder dejar la barca –le preguntó disimuladamente la mujer.
- Ese tonto… lo único que tiene que hacer es que cuando alguien se monte en la barca salga de ella dejándolo allí; así el encantamiento se lo pasará a la otra persona –respondió confiado el pájaro.
- Basta ya de charla, marido mío. Échate aquí en mi regazo a dormir un poco que debes venir muy cansado.
De esta manera, el temible pájaro bravío echó su cabeza sobre las piernas de la mujer y ésta le acarició la cabeza hasta que se quedó profundamente dormido. Entonces el muchacho aprovechó para salir de su escondrijo, dio un fuerte tirón de una de las bellas plumas del pájaro y arrancó a correr a toda la velocidad que le daban sus piernas.
Cuando llegó al río, el barquero le preguntó por su consulta.
- Ahora mismo no recuerdo bien lo que me ha dicho el pájaro, pero te prometo que en cuanto me acuerdo vengo y te lo digo.
Después de cruzar se bajó de la barca y cuando ya se hubo alejado unos pasos dijo el joven:
- Acabo de acordarme; que dice el pájaro que para quitarte el encantamiento lo único que tienes que hacer es dejar a otro en tu lugar.
- ¡Ven, vuelve muchacho! ¡Te daré mucho dinero! –comenzó entonces a gritar el barquero.
- Lo siento amigo. Tengo mucha prisa – le gritaba el joven alejándose.
Tras varios días de viaje, el muchacho llegó a la casa dónde había pasado una noche en el camino de ida. Allí lo recibieron con grandes signos de alegría porque pensaban que no volverían a verlo.
- La llave de la despensa está en una esquina del pajar, debajo de un gran montón de paja –les dijo en cuanto que les hubo saludado.
Todos se pusieron muy contentos y, ayudándose con palas y rastrillos, se fueron al pajar; donde encontraron la llave tal y como había dicho el pájaro bravío. Y, efectivamente, encontraron una enorme cantidad de monedas de oro.
La familia agradecida con el muchacho, le regaló a éste una buena bolsa de monedas.
Así es como, al cabo de algunos días más de camino, el joven llegó al palacio del rey.
Como era de esperar, ningún otro joven había llegado antes que él, así es que todos quedaron boquiabiertos cuando el muchacho les fue contando su aventura hasta conseguir la pluma del pájaro bravío. Pluma que le entregó a la princesa junto con una enternecedora sonrisa.
La princesa estaba tan impresionada, o más, que los demás; y, por descontado, que aceptaba a este joven tan apuesto y valiente como esposo.
De manera que, el joven mandó buscar a sus padres y se celebraron las bodas con grandes fiestas a las que se invitó a todos los habitantes del reino.
Y yo que estaba allí, me hicieron un traje de papel y me dieron una patada en el culo y colorín colorado el que no levante el culo se le quedará pegado.

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