DOÑA, DOÑA.

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Quisiera contaros una historia, que no creáis que sucedió en nuestros días, ni en nuestro pueblo, ni siquiera se, si fue o es invención.
Lo cierto es que a mí me la contaban, cuando era muy pequeña y me hacía mucha gracia.
Este cuento es de pedos y aunque la forma correcta de denominarlo es así, a mi me cuesta trabajo decirlo, prefiero llamarlo peo, pues así lo hacemos en nuestra tierra. El peo es una necesidad fisiológica e inevitable y por lo tanto todo el mundo se pee.

Érase una vez una muchacha de pelo tan negro como el carbón, su tez era blanca como la porcelana y sus ojos color de avellana. Pero a pesar de que era muy buena, siempre estaba sola, pues tenía un tremendo problema y es que no podía parar de tirarse peos.
Un día se acercó su vecina Pepita y le dijo:
_Esta noche hay un baile en la plaza del pueblo, ¿por qué no vienes conmigo?
Petronila, que así se llamaba la muchacha, le dijo:
_Tu conoces mi problema y sabes que no puedo ir.
_¡Se me ocurre una idea!
_¿Qué? Preguntó Petronila.
_Para evitar que te salga tanto aire por el culete, te pondrás un higo y así taponará la salida.
_No se si dará resultado
_ ¡Vamos inténtalo, no seas tonta!

Llegó la hora de marcharse a la fiesta y Petronila hizo lo que le dijo su amiga.

En el baile, Petronila causó admiración. Un muchacho que la vio, se acercó y la invitó a bailar .Estuvo bailando con ella, bailando y bailando sin parar y, cuanto más bailaba, más le gustaba y así siguieron, bailando y bailando, hasta que con tanto movimiento se salió el higo y se cayó al suelo.
El muchacho que vio el higo, lo cogió y se lo comió pero siguió bailando con Petronila, cuando de repente, a ésta se le escapó un pequeño gas, y otro y otro y otro….., sonaron los pedos. Unos pedos, largos y prolongados y el muchacho que ya no podía soportar más la sinfonía le dijo:
¡Doña, doña el culito se te fonda!
A lo que ella respondió:
¡Y usted don don que se comió mi tapón!

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